domingo, 7 de febrero de 2021

Eres humano en la medida en que has pensado.


 


EL PODER DE LA VERDAD


Cuando niño me di cuenta que NO podía tenerlo Todo. Ni siquiera podía tener lo que más me gustaba. Si NO podía tener lo que más me gustaba, Todo el resto daba lo mismo. He ahí que la palabra sucedáneo es la daga de hielo en mi alma. Se tiene o NO se tiene lo que más se quiere. Como inconscientemente me percaté: Jamás tendría lo querido, decidí poseer su imagen, su idea y, en vez de gastarme en conquistar el mundo, me lancé a conocerlo, que es la fantasmagoría de poseerlo y tomé la decisión de saberlo Todo.


Pero aún reduciendo mi ambición de la materialidad a la idealidad, una hermosa e inteligente muchacha me hizo la aclaración que tampoco podría saberlo Todo. Peor aún, ya NO la totalidad del conocimiento de todas las cosas, sino tan sólo la totalidad de una rama del conocimiento era imposible de ser aprendido por una sola persona. Ella había estudiado arquitectura y me dijo que le era imposible leer todas las revistas de arquitectura que salían cada mes o cada dos meses. Aún recuerdo esa caminata por el pasaje Quillota y la mezcla de tierna y triste sonrisa en su cara y voz. Dicha revelación me deprimió tanto como ver a mi padre traer los regalos de Navidad y ser expulsado de la fiesta que había ayudado a preparar ese día en una casa ajena.


Si hasta la imagen deslavada de las cosas, sus ideas, me era negada, ¿para qué mierda vivo, si jamás podré poseer nada de lo quiero? Así pasé años, hasta que recordé la segunda palabra rara que había proferido el profesor de la básica: Filosofía. Si la Totalidad me estaba negada, NO por ser yo, sino por ser humano (tengo ese drama con Dios: ¿Por qué nos hiciste imbéciles?), entonces, lo único que cabe es conocer lo esencial, lo medular, lo fundamental, sin lo cual Nada de lo que percibimos existiría, porque desde aquello nace y lo sustenta en el Tiempo, que Todo lo destruye, como Kronos a sus hijos, hasta que uno de ellos se rebeló y lo mandó a la chucha.


Así se repristinó la Filosofía en mí. Esa hambre de Todo y esa Rebelión Metafísica contra Todo, especialmente las limitaciones constitutivas, condiciones de existencia las llaman los científicos actuales, de ser humanos.


Lo Esencial y lo Accesorio fue lo primero que entendí. Aquello que había querido en un principio era accesorio, cosas de niño, puesto que sin poseerlo, se podía seguir viviendo. Lo Esencial es aquello de lo cual NO se puede prescindir, porque hacerlo es equivalente a prescindir de la vida, suicidarse. Ahí caí en la cuenta de algo peligroso (Toda Verdad lo es, si NO es peligrosa, NO es Verdad, sino Falsedad o Fantasía, pero eso es discutible): Prescindir de las ideas es lo más peligroso, porque hace que la sociedad entera se suicide.


Mi padre, en su taller electromecánico, me había enseñado la importancia de la Precisión. Al pedirme un destornillador, le pasé el primero que encontré. Ahí me dijo: Pero este es de paleta y necesito el de cruz. Ese NO lo conocía. Mi padre me lo mostró. Se dice de cruz porque tiene dos paletas en 90 grados, por lo que sirve para ciertos tornillos. Ahí supe que hasta las herramientas tenían apellidos, cosa que el profesor de Castellano decía que las cosas no tenían, sino sólo sustantivos comunes.


Dentro de la generalidad de los destornilladores, había familias distintas. Lo mismo para otras herramientas que incluso iban más allá, como la diferencia entre alicates normales, de punta, para cortar y los más exóticos: los caimanes. ¿Cómo una herramienta se llama como un animal? Esto era casi poético. Poesía era la primera palabra rara que decía el profesor de Castellano.


Ahí supe que debía andar con cuidado al nombras las cosas, porque, al igual que las personas, confundir sus apellidos era algo grave, porque he ahí la revelación esencial: Cada herramienta sirve para una acción específica. El de paleta para una cosa y el de cruz para otra. Mi padre se enojó cuando dijo que había tarados que ocupaban los alicates normales para clavar clavos, lo cual los echa a perder. Segunda ley: usar una cosa para hacer la labor de otra, para la cual NO fue diseñada, es malo y a la larga inutiliza la herramienta.


Entonces me vino la claridad: las palabras son herramientas como destornilladores, alicates y martillos, que sirven para hacer cosas y si ocupamos mal las palabras, las cosas salen mal y las palabras mismas se echan a perder y ya NO van a servir más, como el destornillador de cruz que ya no podía apretar tornillos o el alicate que ya no se podía abir de tanto golpear clavos. Eso era malo porque obligaba a comprar uno nuevo y NO hay dinero para desperdiciarlo en comprar dos veces lo mismo.


Así que entendí que el diccionario era mi caja de herramientas, como mi padre tenía la suya y empecé a leerlo, descubriendo nuevas herramientas con las cuales desentrañar los secretos del Mundo, ya que en el interior de las cosas, está el motor que las mueve, tal como me mostró mi padre al arreglar máquinas eléctricas. El motor es lo más importante, porque sin él, las cosas NO se mueven y de nada sirven. Entonces me pregunté: ¿Qué es lo que mueve al Mundo? Digo Mundo y NO planeta, porque eso ya lo sabía al ver el programa de Carl Sagan: Al planeta lo mueve el Big Bang y la Gravedad. Lo que me llevó a la pregunta más cuática de todas: ¿Qué es lo que mueve al Ser Humano?


Ahorakí, 36 años después de estas revelaciones, me doy cuenta que, aún conociendo las respuestas a estas preguntas, sigo siendo el cabro chico asombrado de saber que los destornilladores tienen apellidos y lo importante está adentro y NO afuera. Así que se los advierto. ¡Váyanse a la cresta! Si dejase de ser “el niño de 40 años”, como se mofó de mí un tarado que conozco, jamás habría llegado a esas respuestas, porque para llegar a ciertos lugares, “hay que ser como niños”.




De cómo el Filósofo se convirtió en Profeta mofeta.


La revista Ercilla... El recuadro con la noticia de la hambruna en Etiopía y mi madre que señaló ese recuadro y me dijo que hiciera una petición por esos niños, en la oración al empezar el día en la escuela jesuita. Todos se asombraron de dicha petición. Nadie tenía pico idea que existía Etiopía. Sólo el profesor de Historia y Geografía y yo, pero esa es harina de otro costalazo: El Origen de mi Soberbia.

Meses después sería trending topic por la canción We are The World. Desde entonces leo la prensa y desarrollé el olfato para distinguir cuando una noticia es presagio de algo mayor. Es la manera en que Dios me señala: ¡Fíjate en esto, va a quedar la cagá!


En 2001, cuando la hambruna se desató en Argentina y se supo que había muerto un niño de hambre, escribí una carta a la prensa, la cual titulé: Etiopía llegó a América. Terminé con un nudo en mi garganta al finalizarla. Apareció en varios medios escritos. En 2006 escribí en conmemoración del Mayo del 68, cuando fui Editor General de una página Web en la Región de Coquimbo y días después, se alzaron los pinguinos, en mágina sincronía. Como Editor General (y reportero y escirtor del suplementeo cultural y esotérico), exigí escribir la Editorial. El Jefe llegó una tarde eufórico al comprobar que dicha columna editorial estaba impresa en el escritorio del Intendente y que para él, era más importante que todo el resto de la prensa regional, incluso nacional. Ya estando fuera de ese medio, por problemas de corrupción de su dueño, en 2007 predije con meses de anticipación la Crisis Subprie, sin ser economista. Si miles de familias NO pueden pagar el dividendo del préstamo hipotecario, ¡en pleno invierno boreal!, está quedando la Megan Fox.


En 1999 con la documentalista cubana que dio un seminario en la cineteca de la PUCV llegamos a la conclusión de que los presocráticos habían sido los “Reporteros del Ser”. Como Colón, NO sabían qué era eso que estaban viendo, pero se acercaron lo más que pudieron y dejaron sus notas al respecto. Tendríamos que esperar a Platón y Aristóteles para conocer su nombre: El Ser.


Y eso es lo cuático de todo esto: Hay algo común entre Periodismo y Filosofía: La Pasión por la Verdad. Esas ganas por enrróstrársela al Poder, por todo aquello que NO poseemos y jamás será nuestro. Ese gesto de traspasar la muralla, el cerco del ocultamiento y decir: PERO ES VERDAD, es el gesto común de la rebeldía, dicho sea en su honor.


La única diferencia entrambos, es la duración. El periodismo trata acerca de lo que pasa rápidamente, lo efímero; la Filosofía, aquello que NO pasa, sino permanece en el Fondo, porque es Lo Fundamental.


Oír al Julio César Rodríguez me ha recordado estas cosas. Si NO se hubiera emocionado al contar su historia, NO habría hecho resonar estos recuerdos empozados en mi alma, catalizando su formalización en esta pequeña narración dedicada a mi madre, mi padre y mi señora, por ser tan cabra chica como yo. Sin ser Asperguer, es como la Greta Garbo: Dice La Verdad y queda la cagá.


Mientras ellos hacían temblar La Moneda, yo, en la humilde página lasnoticias.de/coquimbo (hace más de una década extinta), hacía temblar la oficina del Intendente de la Cuarta Región. Como el Director del medio decía con orgullo: La columna editorial, que era la prerrogativa que había exigido para hacer funcionar esa publicación. La escribía según mi criterio y sin censura alguna, de modo que si se me censuraba me retiraba del medio. Lo hacía entre el viernes y el sábado, para ser publicada el domingo en la mañana. Los lunes aparecía impresa por encima de la prensa regional y nacional. Era lo que exigía leer primero el intendente de aquella época. Al menos eso es lo que decía el Director, lleno de orgullo. Era 2006: Profeticé y apoyé la Rebelión Pingüina. Eran bellos tiempos. Creí que podíamos cambiar el Mundo, pero el Mundo es más pesado y lo tuerce todo.


DE RUSIA CON AMOR